Maru Herrera Cuevas.
A partir de 1905 la ciudad de México contaba con un
nuevo hospicio. El anterior, llamado “Hospicio de Pobres”, había sido fundado
en 1774 frente a la Alameda, en lo que
hoy es la Avenida Juárez y Balderas, el cual, después de más de un siglo de
existencia, se encontraba en lamentables condiciones, por lo que el entonces
presidente de la República, Porfirio Díaz, ordenó la construcción de una nueva
sede, como parte de su programa de Beneficencia Pública que inició desde el
primer año de su gobierno, estableciendo una junta denominada Dirección General
de Beneficencia Pública, dependiente del Ministerio de Gobernación, destinada a
la administración de los establecimientos hospitalarios, de asistencia social y
correccional, que estaban a cargo del Ayuntamiento desde 1862. Creando a lo
largo de su gobierno, múltiples instituciones, como el Hospital General en 1905
y el Manicomio General de “La Castañeda” en 1910, cumpliendo al mismo tiempo,
la doble función de responder a una necesidad sentida en la sociedad y la de
proyectar una imagen de progreso y modernización.
“… uno de los más hermosos, útiles y amplios edificios de los que se han construidos últimamente y de los
que constituyen las más significativas muestras de la transformación material
de la Metrópoli, progresando en ritmo acorde con los adelantos de todo género
de la república. El señor Presidente, firme en sus proyectos de ensanche para
el mejoramiento de la Beneficencia Pública, tanto en su organización interior
como en su prosperidad material, ha llevado a cabo la grandiosa obra de
transformar el antiguo Hospicio de Niños Pobres “El nuevo hospicio” (El Imparcial, Núm. 3273).
A principios de
1900, el general Manuel González Cosío, entonces Secretario de
Gobernación, asignó a los ingenieros Roberto Gayol y Mateo Plowers la
elaboración del proyecto y la dirección de la construcción, iniciándose los
trabajos correspondientes a esta última tarea, en septiembre de ese año. En
mayo de 1904 el ingeniero Gayol se separó de la dirección técnica de la obra,
continuando solamente el ingeniero Plowers. El lugar para ubicar el hospicio,
fue elegido por Gayol y Plowers, “escogiendo un vasto terreno al sur de la
Ciudad, vecino al río de la Piedad y con frente á Calzada de Tlalpan, a unos
tres kilómetros del centro de la Capital, reuniéndose en dicha ubicación las
precisas condiciones de un ambiente sano, situación topográfica propia,
extensión suficiente -4 hectáreas- y estricta economía” (Ídem).
La inauguración tuvo lugar el 17 de septiembre de 1905. Ante el hermoso
edificio de estilo francés, el presidente Díaz pudo decir que “sus condiciones
de confort e higiene eran las que correspondían a un asilo moderno”. Con el Hospicio
de Niños, Díaz y su equipo de “Científicos”,
pretendían instituir un complejo sistema de atención a niños
desamparados, el cual se iniciaba en la Casa de Párvulos dedicada a la crianza
y educación de niños abandonados, desde
recién nacidos, hasta los cinco años; de esta edad a los doce años eran
admitidos en el Hospicio, y las niñas, de los seis a los catorce. Cuando los
asilados varones cumplían los doce años pasaban a la Escuela Industrial donde
completaban su instrucción primaria y aprendían algún oficio mecánico. Las
niñas, al llegar a los 15 años, si tenían familias, eran entregadas a ellas, y
en caso contrario, continuaban en el Hospicio hasta los 24 años, o antes si
podían bastarse a sí mismas, haciendo uso
de los medios que les proporcionaba la educación adquirida en el
plantel, para lo cual, el Hospicio contaba
con talleres de cocina, además de
corte y confección.
Bajo estos principios, el diseño arquitectónico
resultaba fundamental para cumplir con los objetivos generales que tenían
asignados. Los espacios físicos que componían el conjunto del establecimiento
revelaban los fines implícitos que debían cumplir: sencillez, severidad,
solidez, belleza y gracia. El sistema de distribución de los diversos
departamentos que formaron el Hospicio siguió un plan de edificios separados,
enlazados entre sí por diversos cuerpos de construcción que permitían la
circulación y comunicación entre las diversas dependencias, proyectando
estructuras aisladas con fachadas libres que recibían aire y luz directamente.
De este modo, se pretendía atender a los asilados según sexo y edad en locales
diferentes, pues para las autoridades, la educación de los niños exigía medios
diferenciados, lo que se concretaba en la creación de departamentos especiales
y separados para niños, niñas y párvulos.
Descripción del
conjunto arquitectónico.
La planta general
estaba conformada por un conjunto de edificios de dos niveles,
distribuidos en un predio de amplias dimensiones, formado por largas galerías
separadas, comunicadas entre sí por pasillos y corredores. Al centro de las
cuales, se encontraba el edificio principal en el que se ubicaban varios
servicios y dependencias administrativas. Hacia el sur del edifico central se
encontraba el departamento de niños, que contaba con tres edificios: el
primero, tenía al frente la escuela para niños y la sección de párvulos, y en
la parte posterior dos edificios asignados como dormitorios. Hacia el norte, el
departamento de niñas, constaba de cuatro edificios, el del frente era la
escuela de niñas y atrás, los tres restantes para dormitorios. Todos estos
edificios, secciones, pabellones y departamentos tenían hermosas fachadas
estilo neoclásico y estaban separados por
jardines, entre los que sobresalían los frontales, uno central y dos en
las cornisas orientales del predio, los tres de amplias dimensiones y cuidadoso
diseño ornamental.
A continuación se describen cada uno de estos
elementos, resumiendo la crónica que
hizo el periódico el Imparcial, con motivo de la inauguración
del Hospicio. Se han respetado algunas expresiones adjetivas.
Edificio central. En el fondo del
vasto patio de honor, en donde luce un parque inglés de correcto estilo, al
centro, se encuentra el edificio central, de forma rectangular y dos niveles.
Cuya planta baja está destinada a las oficinas de la administración, la
dirección, los almacenes, los despachos, los locutorios, los comedores para
niñas, niños y párvulos, las cocinas y al fondo la lavandería. El vestíbulo del edificio es
majestuoso, encontrándose en el cubo de la magnífica escalera de doble rampa,
gallardamente construida apoyándose sin auxilios metálicos en los muros laterales.
Todo el vestíbulo se haya bajo una bóveda de gran peralte, revestida con tejas
cerámicas esmaltadas, dando expresión de suma belleza, mereciendo anotarse,
además, el ornato elegantísimo que adorna el monumental vestíbulo que antecede
a la entrada de los departamentos de exposiciones y de actos públicos ubicados
en el piso superior. El salón de exposiciones amplio y ornamentado con todo
gusto por el pintor Ramón Cantó; el de
los actos públicos, también amplio, emplea como en el anterior el mismo gusto y
la sencillez elegante que el arquitecto buscó y encontró en cada uno de los
detalles del soberbio edificio.
Los Departamentos. Son dos, uno de niñas y
otro de niños, el primero situado el norte del edificio central y el de niños y
párvulos, al sur. Conformados por largos edificios de dos plantas, cada uno de
los cuales, consta de recintos escolares, dormitorios y otras dependencias
Las escuelas. Son dos, una para niños y otra para niñas,
ubicadas al frente del predio, encabezando cada uno de los dos departamentos generales; sus construcciones iguales entre sí tienen
algunas distinciones: la de niñas, cuenta con una escuela de Instrucción
Primaria con capacidad para 300 alumnas. Cuenta también, con un amplio pabellón para
talleres de dactilografía, estenografía, moda, canto, cocina y
repostería, a cuyo efecto existe una dotación completa de útiles, aparatos,
máquinas y todo género de elementos respectivos; encontrándose anexo un local
destinado a las depositadas y empleadas secundarias. La escuela de niños tiene
capacidad para 400 alumnos. En este edificio se encuentra también la sección de
párvulos, con capacidad para cien niños menores a cinco y seis años. Tiene ocho
dormitorios, refectorio, salones para clases de labores manuales, patio de
recreo y baños. Los dormitorios y el refectorio están adaptados a las
condiciones de mayor vigilancia e íntimos cuidados que necesitan los
pequeñuelos bajo el paternal cuidado que les brinda el moderno asilo.
Los salones de clases, para ambas escuelas, son
rectangulares, de iluminación unilateral del lado izquierdo, según lo previene
la higiene pedagógica, con espacio para cincuenta niños y teniendo cada uno su
entrada independiente por medio de una espaciosa galería. Existen en cada
departamento, salones para que los niños efectúen sus ejercicios físicos.
Huelga decir que en unos y otros, el mobiliario, aparatos y útiles son de lo
más adecuado y moderno para la educación e ilustración de los niños.
Dormitorios. Ubicados hacia la parte trasera de cada
departamento, constan de edificios de dos pisos cada uno, conteniendo cada
planta dos dormitorios para cincuenta camas. El de niñas, consta de tres
edificios, con un total de doce dormitorios, pudiendo alojar más de 600
asiladas. El de niños, consta de
dos edificios, con ocho dormitorios con capacidad para 400 niños. Tanto los dormitorios de niñas como el de niños tienen
una dimensión de cuarenta metros de longitud por cinco de anchura,
asegurándose de este modo, una provisión
de cuatro metros cincuenta centímetros cuadrados de aire para cada
asilado. Las 26 amplias ventanas de cada dormitorio dan a
los jardines y están distribuidas a distancia de tres metros unas de otras; son
de forma rectangular y dan luz al salón por uno y otro lado, y se encuentran a
un metro sobre el nivel del piso, llegando hasta cerca del intradós de las bóvedas de la techumbre. Los dormitorios están diseñados para ser confortables y han sido
construidos según las reglas higiénicas, teniéndose en consideración la
capacidad asignada. Respecto del
mobiliario, es tan cómodo y fuerte, como propio para ser fácilmente aseado y de
un aspecto de sobria decencia, que armoniza perfectamente con la arquitectura
general del grandioso edificio. Cada dormitorio cuenta con un pequeño
alojamiento colocado de manera estratégica, destinado a la vigilancia nocturna,
por el empleado respectivo.
Departamento de
baños. Tanto el departamento de niñas
como el de niños cuentan con una sección de baños, instalados en sendos
edificios independientes. En cada uno de ellos, hay dos gabinetes para
vestirse, estanques de agua templada y una instalación de duchas y regaderas,
con dependencias anexas para diversos usos. Es verdaderamente notable; asume un
aspecto de frescura, amplitud y confort extraordinarios.
Los refectorios. El salón comedor
de niños tiene una capacidad para 400 asilados, y 600 el de niñas. Son amplios con techumbres de aéreos y macizas bóvedas,
sin pilastras o columnas, sus muros
cuentan con distintas series de espaciosos ventanales que permiten el paso al
aire y la luz de los jardines. Están
éstos en inmediata comunicación con la cocina, por una parte, y por la otra con
los departamentos de niñas y niños, a que cada uno respectivamente pertenecen,
siendo dicha comunicación por medio de pasillos, en los cuales se han
distribuido los lavabos y los w. c.
La lavandería. Cuenta con
cuarenta lavaderos y está situada en la parte posterior del establecimiento,
con talleres para almidonar, planchar, repasar la ropa, y demás operaciones
propias para el aseo de la ropa de las asiladas y niños. El asoleadero, que se encuentra próximo, es vasto y con piso de
cemento.
La cocina. Es un vasto recinto, dotado de cuatro
verdaderos estanques, brillante con su magnífica estufa metálica, dispuesto
para preparar alimentos para mil doscientas personas, perfectamente ventilado y
cómodo. En torno a este
departamento se encuentran las dependencias anexas a este servicio. El edificio
cuenta también con instalaciones para el
departamento de vigilantes, empleados subalternos, la enfermería con pabellones separados para niños y niñas,
respectivamente.
Conclusión.
Caminando actualmente por los antiguos barrios de San
Antón, uno se encuentra con una típica colonia de la ciudad de México. Ahora ya
no se aplica el término extramuros que algún tiempo tuvo, es totalmente
céntrica, basta cruzar Fray Servando Teresa de Mier, que es su límite norte,
para entrar al Centro Histórico. Tampoco podemos aplicarle los términos de
arrabal o barriada que en otros tiempos se le dio, y la población ya no se le
conoce como “rastrero”. Muchos de los vecinos ni siquiera saben que en su
entorno estuvo el matadero de la ciudad, como quizá también, muchos de ellos
ignoren la pasada existencia del Hospital de San Antonio Abad, del Hospicio
para Niños Expósitos y de muchos otros patrimonios, algunos materiales otros
inmateriales, que perfilaron el paisaje y la vida de los que aquí vivieron, de
los que aquí pasaron. Patrimonios culturales existentes o extintos, poco
incluidos en las crónicas o historias citadinas quizá por su carácter marginal
del barrio de antaño y no turístico de hogaño.
El Hospicio continuó funcionando por varias décadas,
modificando su orientación para
convertirse en la Escuela Amiga de la Obrera; y desde el principio de la década
de los años noventa, hasta la fecha, es
la Escuela de Participación Social No. 6, la cual atiende un promedio de 390
niños de ambos sexos en un sistema de medio internado, el cual incluye desayuno
y comida, educación primaria y talleres de capacitación en actividades
manuales, en un horario de las 7:00 de la mañana a las 5:00 de la tarde.
El edificio y el predio iniciales, han sufrido
mutilaciones que lo han reducido considerablemente, siendo la más importante,
la efectuada durante el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz en 1964, para dar cabida
a la construcción del cuartel militar destinado a las Guardias Presidenciales,
para lo cual fue demolida la mayor parte del edificio. Pero también, parte del
predio y del inmueble originales, actualmente son ocupados por una clínica de
la Secretaría de Salubridad y Asistencia y por edificios particulares ubicados
en el lindero sur a la vera del Viaducto Miguel Alemán. De la construcción
porfiriana, sólo queda un dormitorio destinado a las niñas, escondido tras una
serie de construcciones modernas, pero que pervive después de 100 años y deja
entrever la belleza arquitectónica y la grandeza del conjunto.
Bibliografía.
Briones Vargas, Juan Carlos, Rebeca Díaz Ziehl, Ma.
Eugenia Herrera Cuevas, Héctor Mancilla López, Armando Porraz Ortega, Nostalgia por mi barrio. Imágenes y textos
del barrio de Tultenco y sus alrededores, México, PACMyC, Gobierno del D.
F., 2012, 103 pp.
Hemerografía
“El nuevo hospicio”, El Imparcial, Sábado de Septiembre de 1905. Tomo XIX:- Núm. 3273,
México, Pág. 1, Col. 6 y 7
“La inauguración del
hospicio”, El Imparcial, Lunes
18 de Septiembre de 1905. Tomo XIX:-
Núm. 3275, México, Pág. 1, Col 6 y 7